Una temporada sin marido ni hijos

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Tenía una vida sexual de lo más aburrida. Bueno, mi vida, en general, era bastante aburrida

Harta de cuidar de mis hijos y de discutir con mi marido constantemente decidimos darnos un tiempo. Él se iría a Murcia con los pequeños mientras yo terminaba de solucionar unas cosas pendientes en Madrid.

Sé que no era mala madre por querer separarme una temporada de mis hijos, a los que había cuidado desde el día en el que nacieron. Y respecto a mi marido, qué voy a decir, que me tenía hasta el mismísimo coño. Todo lo que hacía o no hacía me molestaba. Muchas veces pensaba en separarme, pero por lo niños era capaz de quitarme esa idea de la cabeza. No sé si algún día tendré el valor de hacerlo… Seguro que sí.

Llegó el día en que recibí un sms:

Carmen, estamos bien. Los niños han dormido durante todo el viaje. Nos vemos en una semana

Mi respuesta:

Ok

Siempre había querido contestar así, con un ok. Un ok de los suyos. A preguntas que necesitaban respuesta me regalaba sus indiferentes ok.

Pedro necesito saber a qué hora nos puedes recoger a mí y a los niños en La Paz. Nico vuelve a estar con otitis. Gracias

Su respuesta:

Ok

Siempre había querido mandar todo a la mierda. Hacía como 20 años que no me sentía tranquila. Tenía una semana para mí y la iba a disfrutar. Por supuesto que la iba a disfrutar.

¿Tenía que hacer gestiones en Madrid? A la mierda las gestiones. No me sentía deseada, no me sentía mujer.

Estaba congelada. Mi día a día me había convertido en una especie de alma perdida

Estaba en camisón. Era julio en Madrid y hacía mucho calor. Me puse carmín rojo en los labios. ¿Para qué? No sé, pero me sentí mucho mejor.

No soportaba el calor y abrí las ventanas. En mi ventana un andamio y dos hombres cuyos penes quedaban a la altura de mis ojos.

Me excitó la situación. Mi mente se volvió perversa. Me metí la mano por debajo del camisón y me empecé a tocar. Estaba excitadísima. No recuerdo la última vez que estaba tan mojada. Parecía que mis dedos tejían telarañas.

Me introduje un par de dedos en la boca, mientras me seguía acariciando el clítoris e introduciendo tímidamente un par de dedos en la vagina mientras me excitaba viendo las piernas de los instaladores de aire acondicionado.

Llamadme loca si acaso veis locura. Empujada por la excitación puse cada una de mis manos en los genitales de los instaladores. En seguida sus penes se pusieron erectos. Calculé que no tendrían más de 25 años.

Durante dos minutos les estuve acariciando sus penes mientras por mi piernas bajaba toda la humedad desde mi vulva a mis tobillos. Deseaba que me lamieran mi cuerpo.

Seguí rozando sus duras y joviales pollas hasta que pasados unos minutos más se corrieron al mismo tiempo. Todo el patio interior de la casa se dio cuenta del buen rato que estábamos pasando.

Se descolgaron de sus arneses, sus cascos, y me dijeron mientras se introducían en mi casa por la ventana del salón:

  • Señora, con permiso

Me tumbé en el chaise longue totalmente húmeda y calada y guié sus cabezas desde mi vulva hasta mis tobillos. Mientras uno acariciaba ágilmente mi clítoris, el otro me comía los pies como si fuera el mayor de los manjares. Mi espalda totalmente arqueada.

Les pedí que me comieran el coñito como si fuera una rodaja de melón entre los dos. Estaba cansada de ver porno en el que siempre una mujer comía dos pollas. ¿Por qué no dos hombres comiendo un coño? Estaba cumpliendo mi mayor fantasía.

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Estaba cumpliendo mi gran fantasía sexual

Me sentía mujer. Me sentía deseada. Me sentía libre. Me sentía

Tuve un primer orgasmo que resonó en todo el patio de vecinos. El segundo fue más suave y el tercero casi imperceptible.

Me pidieron permiso para usar el baño y me dijeron que me pensase lo de poner el aire acondicionado que con las altas temperaturas me iba a costar mucho dormir por las noches.

Les contesté que lo comentaría con mi marido, o no…

Susu Pétalos

 

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