El gran empotrador hawaiano

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empotrador camisa hawaiana

Estaba tan cansada que contaba los minutos para llegar a casa y darme una ducha relajante…

Tenía por delante el fin de semana pero ni un puto plan. Todos mis amigos en pareja y yo… más sola que Fonseca.

Hacía una semana que Carla había celebrado su cumpleaños en casa y yo no me podía quitar de la cabeza a Pablo, su compañero de piso. Millones de veces nos había querido presentar pero no habíamos tenido la oportunidad hasta el viernes pasado. Le había pedido por activa y por pasiva que le diese mi número de teléfono pero después de siete días, no sabía nada de él. A lo mejor estaba viajando, como era lo normal en él.

Pablo tenía pinta de ser un gran empotrador

Apagué mi ordenador y me fui corriendo para no perder el tranvía. Treinta minutos separaban mi casa de la oficina y se me había olvidado mi libro. Cogí el teléfono con la intención de pasar el rato y contestar a las chorradas de mis amigos en los grupos de WhatsApp. De repente me di cuenta de que tenía mensajes sin leer de un número desconocido:

Hola bonita

espero que no te importe

la pecosa me ha dado tu número de teléfono

Ah! Soy Pablo, el chico de la camisa hawaiana

Qué haces hoy?

¡Qué subidón me dio! Me moría de ganas por verle. No me quitaba de la cabeza que fuese un gran empotrador. Cada vez que pensaba en él me lo imaginaba empotrándome locamente.

A lo mejor me equivocaba pero me encantaba imaginarle con sus vaqueros y esa camisa hawaiana empotrándome sin límite en cada rincón de mi casa.

Jajajaja. Hola Pablo!

Qué tal?

Me pillas saliendo del curro…

Directa a darme una ducha. Y tú?

Cinco minutos sin respuesta me costó un gran mareo con el móvil, no podía dejar de mirarlo, tenía muchísimas ganas de ver a mi empotrador soñado.

Pues directo a ducharme contigo

Dime tu dirección

Quieres que me ponga la camisa hawaiana que tanto te gustó?

¡Buah! Me quedé pálida, bloqueada, congelada, en estado de shock… Era lo que quería pero al mismo tiempo no lo quería.

empotrador
No podía quitármelo de la cabeza

¿Qué me pasaba?

Hacía tanto tiempo que no follaba que hasta me daba cosa que se diese cuenta, pero por otro lado le quería tener en mi ducha.

Espero que no te duches con la camisa puesta, jajajajaja.

C/ Mesías, 14. Piso, 4. Puerta E

Vives sola?

En 30 minutos estoy en tu casa. Puedo subir la bici?

Tenía que ser práctica, iba con el tiempo justo. Nada de pensar en locuras imposibles tales como ir a la pelu, depilarme o ponerme una mascarilla. ¡Qué nerviosa estaba! Me daba la sensación de que el tranvía iba en punto muerto, no avanzaba. Solo pensaba en el momento de llegar a casa. Abrir una botella de cava y compartirla con Pablo. En la fiesta de cumpleaños de Claro no paramos de beber cava, nos encantaba a los dos.

Al fin conseguí llegar a casa. Comprobé que como de costumbre tenía una botella de cava en la nevera. Preparé una cubitera para que soportase por lo menos lo que nos durase bien fresquita, saqué dos vasos y me la llevé al baño. Un par de condones, dos mejor que uno y un buen lubricante. Y dejé abierta la ducha dejando que el vapor empañase el espejo y le puse un mensaje de bienvenida:

Aloha, chico de la camisa hawaiana

A ratos pensaba que estaba como una cabra y a ratos me inundaba un ejército de mariposas en el estómago por las ganas que tenía de follar con él.

¡La puerta! Ya estaba en casa. Le abrí en albornoz con una coleta y con un par de copas de cava. Bienvenido a casa. Le di la copa y me susurró al oído:

Brindemos querida por el buen rato que vamos a pasar, y lo sabemos.

Me estaba derritiendo por momentos. Entramos al baño después de dar un gran sorbo. Le hizo mucha gracia el mensaje que le había dejado en el espejo:

Cómo sabías que me iba a poner la camisa y que no te iba a defraudar– me dijo.

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Nos sobraban los motivos para brindar

Mi ducha era como un pasillo bajo una gran alcachofa que nada tenía que envidiar a una gran cascada en el entorno más idílico del mundo. Me agarró fuerte del pelo, me llevó hasta el final y girándome, poniéndome frente a frente, se puso el condón, mientras me levantaba la pierna derecha para comenzar a penetrarme. Después de un buen rato empujando, mientras yo estaba de pie, bajó lentamente recorriendo mi cuerpo con su lengua para empezar a comerme el coño. Me estaba volviendo loca, creo que hasta me puso los ojos en blanco.

Mientras jugaba con mi clítoris, me apretaba fuertemente las nalgas.

Hoy es tu día linda, quiero que disfrutes y te lo pases genial- no cesaba de repetir.

Era un sueño hecho realidad… Se puso de pie, se giró para coger las copas de cava, volvimos a brindar y ni corto ni perezoso me cogió con gran fuerza para penetrarme contra una de las paredes de la ducha. Sube, baja, sube, baja. Estaba cumpliendo con mis expectativas. Yo estaba muy excitada y él también. Me bajó al mundo real y se fue a por el lubricante. Me echó gran cantidad mientras jugaba con mi ano y me agarró con gran fuerza de la coleta para girarme y empezar a penetrarme por el culo mientras mi cuerpo chocaban con las frías baldosas. Me estaba encantando.

¿Te gusta nena?

Me encanta hawaianao

Te voy a llenar el culo con mucho amor

Después de estar unos diez minutos gimiendo como una loca, me dijo: ¿Te queda mucho nena? Y le dije me voy a correr.

Pues te voy a llenar el culo. Y nos corrimos al tiempo como hacía meses, años, décadas, que no lo hacía.

Cogimos el cava y nos terminamos la botella tranquilamente haciendo un último brindis:

¡Por los empotradores!

¡Por las grandes anfitrionas!

Susu Pétalos

 

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