Marco, el camarero y yo

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sexo y negroni

Estaba cansada de tanto viaje por España. La mayoría de los días ni siquiera sabía en qué ciudad me encontraba. Había renunciado a una familia por tener una gran trayectoria profesional. Follaba menos que una estrella de mar y mi lista de amigos se iba reduciendo considerablemente, inversamente proporcional al incremento de mis contactos en LinkedIn. Qué asco. Estaba torcida y cansada… Amargada. Mi cara me delataba.

Salí a cenar como de costumbre. Yo en una esquina de la barra. ¡Otro negroni, por favor!

Ya llevaba 3 combinados cuando me di cuenta de que la última vez que me puse de pie en ese estado me metieron en un taxi. ¡Bochornoso! No había comido nada, ni ganas.

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No paraba de jadear

Quise mantener la calma y me fijé en él. Un tipo trajeado, sin barba, pelo rubio, ojos color miel. ¡Uno que no parece hipster, pensé! Me gustó ver su muñeca llena de pulseras de cuero. Siempre me habían llamado la atención ese tipo de hombres. Era una manera de decir… Aunque lleve traje no pierdo mi esencia. No recuerdo de qué manera le tuve que mirar para que se pusiera de pie y viniese a mi lado. Torpemente desde el taburete intenté bajarme la falda, no quería parecer una descarada pero no sirvió de nada. Mirándome fijamente a los ojos me preguntó si estaba en la ciudad por la feria y le dije que sí mientras sus dedos acariciaban mis labios. No los del rojo carmín, los de abajo. Mi cara tenía un color, el de la temperatura de mi vulva. Notaba que estaba empapada, inmóvil, con ganas de mambo.

Yo: ¿Cómo te llamas?

El no hipster: Marco

Marco: Estás caliente nena

Yo: Amparo

M: Te espero en el baño. Hace mucho que no te han follado. Dame la mano

Me cogió con la mayor delicadeza del mundo y dirigiéndose al baño, bailamos de camino algo parecido a un tango. Joder con Marco, qué ritmo tan marcado. Antes de llegar al baño me puso de espaldas mirando al espejo que había en el antro. Bailaba conmigo y yo gemía muy alto. En el bar, el camarero, Marco y yo.

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Un camarero de lo más polifacético

El camarero: ¿Otro negroni señorita?

M: Otra verga muchacho. No seas tímido y no olvides el negroni de Amparo. Te esperamos mientras se lo hago despacio.

Subió la falda, salivó los dedos, me los introdujo mientras yo podía escribir la tabla del 7, los jadeos tintaban los espejos.

M: Creo que esto es poco para ti

Me repetía mientras me empotraba frente a los espejos del garito. ¿No había dicho despacio? Parecía que me habían clonado más de 100 veces. Mirase donde mirase nos veía follando.

M: Ven aquí muchacho. Tócate que Amparo va a comer un rato, no ha cenado nada.

Se bajaron los pantalones y se empezaron a tocar. Yo no podía parar de mirar sus pollas. Ni corta ni perezosa me puse a comer primero la de Marco y luego la de aquel muchacho, qué gran camarero, pero sin duda, mejor amante. Marck Anthony sonaba de fondo… ¡Y tanto que valió la pena!

Antes de correrse me pidieron llenarme un rato. Estaba hambrienta y no puse reparos.

Marco, con su destreza se tumbó en el suelo y me penetró por detrás dejando que fueran los espejos quienes me mostrasen lo que estaba sucediendo. El camarero, como si le hubiese espabilado la mili que no conoció, me penetró vaginalmente con negroni en mano. Bebe dulce niña.

Mientras los dos me empotraban a cada empujón, un sorbo de copa. Derramando gotas que recorrían mi cuerpo. Gotas que quedarían perpetuas en mi camisa blanca, recordando sin duda, una de las mejores noches y ferias de mi vida.

Nos corrimos al tiempo.

Marco pagó las copas y me metió en un taxi. Ha sido un placer querida.

Nunca volví a encontrar ese bar y nunca volveré a perderme un Mobile World Congress en Barcelona.

Susu Pétalos

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