Masajes entre chicas

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Nunca pensé que una semana de mucho estrés terminaría en el encuentro sexual más maravilloso de mi vida

Había pasado una semana horrorosa en la oficina, mientras mis compañeros estaban de vacaciones, a mí me tocaba cargar con mi trabajo más el del resto. No tenía tiempo para comer y mucho menos de ir al gimnasio, estaba de lo más insoportable.

Me quedaba dormida por las esquinas y mi estado de humor era de lo más cambiante. Mi mejor amiga estaba muy preocupada por mí y sin consultarme me hizo un regalo. Me mandó al mail un cheque regalo por un masaje Kundalini. ¿Qué coño era eso? A mí me sonaba a esos de happy end con un tío que me daría muchísima tirria, ya lo sabía yo. ¡Ni de coña me iba a prestar a eso!

Llamé a Ana de muy malas formas. ¿Por qué me hacía ese regalo si sabía que estaba a tope de trabajo y que a lo mejor no iba a poder acudir? Lo hago por tu bien, me saltó la muy perra. La verdad es que el horario no era tan malo… El jueves a las 22:00. Me tendría que dar tiempo de sobra a llegar.

La ubicación era muy buena porque estaba en pleno centro de Madrid, muy cerquita de mi casa. Me dijo que preguntase por un tal Isra que no me iba a arrepentir.

Llegó el jueves y yo estaba como un flan

Realmente el masaje había conseguido que me distrajese bastante del trabajo porque más que estar nerviosa por la cantidad de trabajo que tenía, lo que me estaba poniendo nerviosa era el dichoso masaje que me había regalado Ana. Por más que la preguntaba no soltaba prenda de en qué iba a consistir. Lo único que me decía era:

Tú déjate llevar querida

masaje para mujeresNi que fuera tan fácil… Yo los únicos masajes que me daba eran los de fisioterapia. Ahí Ramón me cogía la contractura y hasta que no me hacía llorar no la soltaba. A mí eran esos los que me gustaban, no los de ¿Kundalini?.

El sitio era de lo más discreto, era un primer piso de un edificio precioso, muy cerquita de la Plaza Mayor en Madrid. Olía de maravilla desde el rellano. Llamé algo nerviosa y me abrió una mujer encantadora. Pregunté por Isra siguiendo las instrucciones de Ana.

Lamentablemente para nosotras Isra está de vacaciones, todos los años se va un mes a India a hacer meditación

No os imagináis la tensión que se me fue del cuerpo, de repente me había dado cuenta de que solo pensar en Isra, y eso que no tenía el placer de conocerle, me ponía de lo más nerviosa.

Voy a ser yo quien te de el masaje. Mi nombre es Alma. Encantada de ser tu masajista

Eso ya me terminó de relajar por completo.

Quítate la ropa, y lo más importante: déjate llevar

Fui muy obediente y me quité la ropa, había escogido para la ocasión un conjunto de sujetador y braguitas muy mono que nunca había estrenado. Estaba de lo más tranquila.

Quítatelo todo, la ropa interior también

No me lo pensé dos veces y me quedé desnuda. La habitación era muy cálida, la luz muy tenue, con velitas, incienso y una música relajante maravillosa.

Te voy a poner un antifaz para que te dejes llevar y no pienses en nada

Me tumbé en la camilla boca abajo como me había pedido Alma. Empezó dándome un masaje por la cabeza para luego pasar al cuello y la espalda. Ella no utilizaba ni aceite ni cremas, eran polvos de talco. Tenía unas manos deliciosas y yo todo el cuerpo relajado.

Qué razón tenía Ana, esto era una maravilla

Cuando terminó en la espalda me empezó a acariciar mis nalgas y se centró en la rajita del culo. Me estaba gustando mucho. Iba subiendo y bajando mi culo a diferentes velocidades. Al sentirme excitada, intenté recordar la última vez que me había masturbado… No me acordaba y lo estaba empezando a necesitar. ¿Sería por eso lo de estar tan estrellada? Seguro que influía al igual el hecho de no estar yendo al gimnasio.

¿Por qué le estaba poniendo el culo en pompa a Alma? ¿Me estaba gustando tanto? Parece que sí y ella lo estaba notando.

Me abrió las nalgas y me empezó a acariciar el ano. Nadie lo había hecho nunca y me estaba encantando. Notaba que empezaba a lubricar por delante e incluso me empecé a frotar con la camilla lentamente a ritmo circular.

Noté un líquido gelatinoso fresquito y cómo uno de sus dedos, no puedo reconocer cuál, lo introducía lentamente en mi culo al mismo ritmo al que me estaba moviendo yo mientras frotaba mi clítoris contra la camilla.

Hacía muchísimos años que no me notaba tan excitada

Estuvo un par de minutos así mientras algún que otro gemido se me escapaba. Era imposible contenerlos. Sacó el dedo. Yo quería que siguiera ahí eternamente, moviéndose como lo estaba haciendo.

Estaba tan cachonda que no quería que parase. En cada movimiento que hacía yo, le estaba pidiendo que me metiera el dedo de nuevo. ¡Cómo me había gustado! ¿Por qué ningún hombre me había hecho eso? Ellos solo me intentaban meter sus vergas a toda costa. Yo me quedaba con esto…

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Me dio la vuelta y me empezó a acariciar los pechos. Yo estaba totalmente excitada. Primero muy suave y luego me los empezó a pellizcar. Era una mezcla entre dolor y placer que me estaba volviendo loca.

Yo seguía sin ver nada por el antifaz y eso me estaba gustando mucho. Después de los pechos puso sus manos en mi monte de Venus. Aunque tenía las manos quietas, estaba notando mucho calor. Me encantaba sentirla ahí.

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Nunca había estado tan excitada

Pasados unos segundos, bajó cerca de mi vulva. Yo estaba empapada. Sus manos inmóviles. Y yo pedía a gritos que me acariciase.

Continúa Alma, no pares

¿Hasta dónde quieres que llegue?

Cogí sus manos y las puse en mis labios vaginales. Ella notó que estaba totalmente empapada. Era consciente de cómo mi flujo caía por la pantorrilla. Sabía que había calado la camilla, pero me daba igual.

Con nuestras manos juntas comenzó a acariciarme los labios vaginales. Tiraba de ellos. Jugaba en todas las direcciones. Yo estaba tan excitada que como siguiese así, sí que me iba a dejar llevar totalmente…

Había perdido la noción del tiempo

No tenía ni idea del tiempo que llevaba con Alma pero me lo estaba pasando tan bien que no quería que se acabase. Sus manos seguían jugando con mi vulva mientras empezaba a acariciarme el clítoris. Mis manos subieron a mis pechos que estrujaba mientras me retorcía de placer por la camilla.

Estaba cerca del orgasmo cuando ella me susurró al odio:

Déjate llevar, cariño

Empecé a gemir como una loca. Mi cuerpo se empezó a convulsionar mientras le pedía a Alma que no parase.

Sigue Alma, sigue

Treinta segundos de orgasmo que casi me hicieron caerme de la camilla. Al terminar Alma me quitó la venda y me abrazó. Me puse a llorar, lo necesitaba.

No sé si había tenido mi primera relación lésbica pero me había encantado. ¿Quién quería a Isra teniendo a Alma?

Ese día me di cuenta de todo lo que quería a Ana. Ese día dormí como un bebé.

Susu Pétalos

 

 

 

 

 

 

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Periodista, sexóloga y terapeuta de pareja

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